domingo, 9 de octubre de 2011

Vereis, siempre he creído que la vida es algo fantástico. Un regalo, una oportunidad, un tesoro. Pero a medida que pasa el tiempo y empiezas a ver el mundo de otra manera la decepción se convierte en tu mejor amiga. Cuando eres pequeño el tiempo se consume tan despacio que aquello de "Jóvenes para siempre" parece hacerse realidad a cada segundo que pasa. Como si en vez de ir en contra de las agujas, fuésemos a su compás. Da igual si tienes amigos o no, porque en el parque juegas con todos los niños. Y poco importa cuanto has engordado o adelgazado, porque nadie te gusta, así que a nadie tienes que gustarle.
Como lleves el pelo, la ropa que te hayas puesto, o si te lavaste los dientes después de comer son cosas tontas. Lo que importa es tirarse a rolos por la hierba cuarenta veces en una hora y saltar en los charcos de agua hasta mojar a tu madre mirándote al lado.
Pero cuando crecemos, las cosas cambian. Quizá más que cambiar, siguen igual que antes, solo que nosotros lo vemos y vivimos todo de otro modo. Y es entonces cuando sí importa tener amigos, que te escuchen, te aconsejen, te quieran...
Entonces sí te interesa estar en el peso ideal para que esa persona especial se fije en ti. El día que tienes el pelo como si acabases de meter los dedos en un enchufe, es el día en que desearías quedarte en casa desde que amanece hasta que se pone el sol. Si llevas un jersey de la temporada pasada crees morir, y no hablemos de cuando tienes que tomarte un chicle porque has salido demasiado rápido de casa y tus dientes no están precisamente brillantes...
Yo creía que la vida era un momento. Un momento compuesto de miles más, que tienen algún significado o meta. Pero cuando te paras a pensar y te das cuenta de que todo lo que sueñas probablemente no consigas realizarlo, o de que ya has malgastado en cierto modo lo que llevas vivido.. me pregunto yo, ¿qué pasa entonces? ¿Qué queda? ¿Resignarse y seguir viviendo?
Es más.. ¿qué es vivir? O mejor aún ¿quién sabe hacerlo? Yo declaro que no. No se. Se me da mal. De hecho me supera. A veces creo que si me despertase un día por la mañana, y me quedase encerrada en mi habitación todo el día, no supondría nada. Nada pasaría. Solo el tiempo. El jodido tiempo. Ése es mi gran enemigo. Tiempo que pierdes, nunca que ganas. El tiempo solo existe para orientarnos de algún modo. Pero a mi lo que me ha dicho siempre es "ey, ya estás un poco más muerta". Por eso vivo sin reloj. Nunca lo llevo. Lo único que hace es recordarme que estoy viviendo, y que eso es muy bueno, y a la vez muy malo.
Solo me ayuda a darme cuenta de que un día más, es a la vez, un día menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario